¿Come mi hij@ tan poco como creo? Clave para eliminar miedos y alarmas innecesarias

No hay paso de los años ni salto generacional que le quite hierro al asunto. La alimentación de l@s hij@s es un tema de constante preocupación y debate entre infinidad de madres y padres de todas las épocas. Una inquietud plasmada en un amplio repertorio de frases cotidianas que incluyen desde la 😉 nada sutil amenaza y chantaje (“No te levantas de la mesa hasta que dejes el plato vacío”, “Podrás jugar a la consola cuando te lo hayas acabado todo”) hasta la desesperación (“Sólo un par de cucharadas más, por favor”) o la frustración (“Mi hij@ no come nada”).

¿Tiene algún fundamento esta intranquilidad? ¿Realmente comen tan poco como creemos? ¿Cuándo debemos activar la alerta ante posibles carencias nutricionales? A continuación, algunas claves para afrontar el tema con sosiego y conocimiento.

Las derivadas fisiológicas

El apetito infantil es un fenómeno que también está influenciado por una serie de factores tanto hormonales como emocionales. Identificar estos factores fisiológicos es esencial para garantizar una nutrición infantil adecuada sin caer en alarmismos.

Crecimiento. Durante sus primeros años de vida, l@s niñ@s pasan por rápidos períodos de crecimiento, seguidos de etapas más lentas. Durante estas fases de crecimiento, es común que los niños experimenten un menor apetito debido a la adaptación de su cuerpo a las necesidades cambiantes.

Hormonas. Las hormonas desempeñan un papel crucial en la regulación del apetito. Los cambios hormonales naturales pueden influir en las señales de hambre y saciedad, lo que a veces se traslada a menos ganas de comer.

Capacidad gástrica. La capacidad gástrica es otro de los factores que determinan lo que comemos. Hay pequeños grandes comedores con estómagos elásticos y enormes que raramente experimentan saciedad, y otros que comen lo mínimo.

Enfermedad o malestar. Cuando nuestr@s hij@s están enfermos o experimentan malestar, es común que su apetito disminuya. La fiebre, el dolor de garganta y otras afecciones pueden reducir la sensación de hambre.

Gestión de las emociones. La necesidad de gestionar emociones como la tristeza, el estrés, el miedo o la vergüenza es otro factor relevante. Ante la falta de herramientas que tienen para regularlas, pequeñ@s (y adultos) encuentran consuelo en la comida.

Genética. La genética también juega un papel importante en las preferencias alimenticias y la regulación del apetito. Algun@s niñ@s pueden heredar una predisposición a tener un apetito más bajo.

El papel de madres y padres

Cuando tu hij@ se muestre inapetente o rechace la comida, es importante evitar usar chantajes o presiones para que coma. L@s niñ@s con problemas alimenticios se enfrentan a situaciones desafiantes diariamente. En casa, debemos ser un refugio seguro para ellos y evitar que la presión puede generarles estrés.

A veces, los adultos creemos saber perfectamente cuánto debe comer un niñ@ y qué alimentos son los más adecuados. No obstante, l@s peques suelen tener un instinto más sólido para alimentarse que los adultos. Una alimentación saludable implica bastante más que la ingesta de nutrientes, ya que también se relaciona con la percepción de la comida. A menudo, acaban asociando alimentos saludables con aquellos que no engordan, lo cual no deja de ser un reflejo de la cultura dietética imperante.

Algun@s niñ@s pueden perder la capacidad de autorregular su apetito si se les fuerza a limpiar el plato, o pueden desarrollar aversión a ciertos alimentos debido a experiencias negativas durante las comidas, como atragantarse o enfrentarse al estrés en la mesa. Reconocer que un niño puede no comer por diversas razones, como dificultades para masticar, falta de apetito, rechazo al plato o problemas en la boca, puede ayudar a entender la situación en casa y encontrar formas respetuosas de apoyar su evolución.

¿Cómo abordar la falta de apetito?  

L@s niñ@s pueden no tener apetito por varias razones. En algunos casos, puede ser que no estén hambrientos en el momento en que se les ofrece comida. Por ejemplo, durante la transición a la alimentación complementaria, los bebés pueden tener horarios diferentes a los de los adultos y preferir dormir en lugar de comer. En tales situaciones, es importante adaptar los horarios de comida a las necesidades del bebé hasta que se sincronicen con los horarios establecidos por la sociedad.

Además, factores como la integración sensorial pueden influir en su apetito. Algunos niños pueden experimentar repulsión hacia ciertos alimentos o tener dificultades para manejar la comida en la boca. La solución no debe ser dejarlos sin comer o insistir en que coman un alimento en particular, sino comprender sus razones y ofrecer alternativas.

La clave para asegurar que obtenga la nutrición necesaria es proporcionarle la cantidad de alimento que requiere, respetando su sensación de apetito. Garantizar su seguridad y salud, en lugar de forzarlo a comer. El entorno familiar debe ofrecer alimentos, promover hábitos saludables, respetar el desarrollo del niño o niña y estar atento a cualquier señal de alarma que indique la necesidad de buscar apoyo.

Tips para fomentar hábitos alimentarios saludables 

A pesar de la preocupación que suele generar a los adultos, en raras ocasiones un niño/a no comen lo suficiente como para que afecte a su salud. No obstante, siempre es prudente investigar si el peque deja de comer. Por lo general, no suele ser un problema grave, pero en caso de duda, es recomendable consultar a un profesional capaz de detectar a tiempo una posible falta de energía o nutrientes. Esta precaución es fundamental para evitar complicaciones, especialmente si no se trata de un episodio aislado y temporal.

La dietista y nutricionista Mapi Herrero, fuente principal de este artículo, y Miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética con especialidad en desarrollo y crecimiento, propone un decálogo de pautas para promover hábitos alimenticios saludables en niñas y niños.

1.-Mantener una dieta saludable durante el embarazo.

2.-Fomentar y respaldar la lactancia materna.

3.Introducir alimentos complementarios a partir de los 6 meses, no antes.

4.Ofrecer una variedad de alimentos desde el comienzo de la alimentación complementaria.

5.Respetar siempre las señales de hambre y saciedad del niño.

6.Evitar alimentos poco saludables en la medida de lo posible.

7.No usar la comida como recompensa o castigo.

8.Evitar distracciones, como las pantallas, durante las comidas.

9.Servir de ejemplo para que l@s hij@s sigan un comportamiento saludable.

10.Educar a la familia y la comunidad en estos principios.

 

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